Más allá del consumo: la conducta adictiva
A veces, lo que llamamos conducta adictiva no tiene que ver con una adicción, sino con una forma temporal de aliviar el dolor. Explora cómo estos patrones pueden mostrarnos lo que necesitamos mirar con más comprensión y ternura.
Débora Cámara - Terapeuta especializada en conductas adictivas
10/13/20251 min read
Cuando escuchamos el término conducta adictiva, es fácil que aparezca cierta distancia o incluso miedo. Solemos asociarlo con algo extremo, con las adicciones a sustancias o con situaciones que “no van conmigo”.
Pero la conducta adictiva es en realidad un componente de la adicción que puede manifestarse de muchas maneras, incluso en lo cotidiano.
En los tratamientos de adicciones distinguimos entre el consumo, que es lo visible —la sustancia o el acto—, y la conducta adictiva, que es lo que hay debajo: esa necesidad interna que impulsa a consumir, repetir o buscar alivio.
Desde una mirada integradora, la conducta adictiva puede expresarse a través de múltiples formas:
en los enganches, en los patrones repetitivos, en las maneras de no cuidarnos o de desconectarnos emocionalmente de lo que sentimos.
Es muy humano y natural que, en momentos de caos, incertidumbre, dolor o angustia, aparezcan estas conductas.
A veces se instalan de manera temporal, como una tirita emocional, algo que calma y da alivio por un momento.
Y sí, en un primer instante alivia, porque cumple una función: sostenernos, distraernos o evitar un malestar que no sabemos cómo manejar.
La dificultad aparece cuando ese alivio empieza a ocupar demasiado espacio, cuando se convierte en una forma de vida que nos aleja de lo que realmente necesitamos.
Hablar de conducta adictiva no significa que tengas una adicción.
Significa ampliar la mirada: reconocer esos mecanismos que, en determinados momentos de nuestra vida, pueden mostrarnos mucho sobre lo que estamos viviendo, lo que nos duele o lo que necesitamos mirar con más ternura y consciencia.
Más que juzgarlos o querer cortarlos de raíz, la invitación es a observarlos con curiosidad, porque a veces detrás de ellos hay una parte de nosotros pidiendo atención, descanso o afecto.
Mirar la conducta adictiva no es señalar un problema, es abrir la puerta a la comprensión.


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