La coadicción
Acompañar a una persona con adicción puede convertirse, sin darnos cuenta, en una forma de olvidarnos de nosotros mismos. La coadicción aparece cuando el cuidado, el miedo y el amor se mezclan con la necesidad de controlar o sostener al otro. Comprenderla y trabajarla es esencial, no solo para quien sufre la adicción, sino también para quienes le acompañan.
11/5/20252 min read


En el tratamiento de las conductas adictivas, a menudo el foco se pone únicamente en la persona que consume. Sin embargo, hay algo que no debemos pasar por alto: la coadicción, esa implicación emocional y conductual que viven quienes acompañan a alguien con una adicción.
Puede ser una madre, un padre, una pareja, un hijo, una amistad cercana o cualquier otra figura de vínculo. Personas que, con la mejor intención, se mantienen atentas, pendientes, intentando sostener al otro para evitar que vuelva a caer.
La coadicción no nace del desinterés, sino del amor, del miedo y del deseo profundo de que la otra persona esté bien. Pero ese mismo impulso puede transformarse en una carga silenciosa, en una forma de vivir en alerta constante: vigilando, justificando, intentando controlar o anticiparse a lo que pueda pasar.
Frases como:
“No puedo decirle nada, podría recaer.”
“Si le dejo solo, seguro vuelve a consumir.”
“Prefiero controlarlo yo, así sé lo que hace.”
“A veces prefiero callarme, así no se altera.”
“Sé que me duele, pero no puedo soltarle así."
"Esto que ha hecho no lo puedo volver a tolerar, si lo vuelve hacer, ya sabe que me iré" (vuelve a ocurrir, y nada cambia).
"Yo sólo quiero que esté bien, lo demás no importa".
Son ejemplos de cómo la preocupación y el amor se convierten en una forma de vivir el vínculo desde la sobrecarga.
El problema es que, sin querer, al intentar ayudar se termina impidiendo que la otra persona asuma su propia responsabilidad.
Acompañar no es cargar. Acompañar es estar, ofrecer apoyo y presencia, pero dejar que el proceso de cambio sea del otro.
La recuperación no depende del cuidado que se le da, sino del trabajo que esa persona esté dispuesta a hacer consigo misma.
Sanar la coadicción no significa dejar de amar ni alejarse.
Significa empezar a mirarse también a una misma, a uno mismo.
Reconocer el propio dolor, el cansancio, y preguntarse:
“¿Para qué sigo en este lugar? ¿Qué intento reparar ahí?”
Ocupar ese rol no es casual; habla de una historia, de una forma de amar y de vincularse. Por eso, en cualquier tratamiento de adicciones, también es necesario trabajar con quienes acompañan, para comprender cómo la adicción ha afectado al entorno y qué necesita sanarse ahí.
Porque la recuperación no solo ocurre en quien deja de consumir,
también en quien aprende a acompañar sin perderse.
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